Pasaron varias horas allí agazapados bajo la suave brisa del océano. Elisabeth pronto se fue. Sonriente y bella. Sus largos mechos revoloteaban por la almohada, vibrando levemente por el aire fresco que cruzaba la ventana. Los aullidos de Juan Ramón sonaban ahogados. Miraba a su bebé que aún dormitaba sobre el pecho de su madre. Apenas se notaba el movimiento de la respiración en su pequeño cuerpecito. Pasó la noche en vela observándolo, sin querer moverse ni tocarlos. Mantenía la esperanza de despertar y ver que todo seguía igual que unas horas antes. Le era imposible imaginar que la vida se le hubiese roto en mil pedazos en un solo…
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LEYENDAS COLONIALES (II)
Los Rona se ocuparon de que las ceremonias de sus hijas se celebrasen por todo lo alto. Aquel día fue recordado por todos los vecinos durante mucho tiempo. Se sentía la dicha de la familia por cada rincón de la decoración, en cada bocado del cáterin y en cada canción que tocaba la banda cubana. Los ojos de Elisabeth brillaban como dos destellos brillantes. No podía ser más feliz. El señor Rona nunca quiso permitir que ninguna de sus hijas tuviera que malvivir ni pasar penurias. Por eso les ofreció, a las dos por igual, dos viviendas dignas de las señoritas Rona. Las casas estaban separadas por un pequeño jardín…
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LEYENDAS COLONIALES (I)
Cuenta la leyenda que si dos hermanos deciden casarse el mismo día una de las parejas se llevará la plena felicidad condenando a la otra a la infelicidad para siempre. Las hermanas Rona, Elisabeth y Gabrielle, vivían en una de las más majestuosas avenidas de la gran Habana colonial del siglo XIX. Su padre era un emigrado español que se había marchado muy joven en busca del dorado americano. Varios años dando vueltas y tumbos por los diferentes países amerindios le había arrastrado hacia el amor de Isabel, una bella mujer de tez morena, hija de un gran capitán cubano. Pronto se casaron y, gracias al duro trabajo y al…