África Crespo

SI LA NOCHE NO ACABARA NUNCA…

El reloj de cuerda suspendido.
El teléfono desconectado.
En una mesa dos copas de vino.
Y a la noche se le fue la mano…

Los primeros rayos de luz ya querían entrar por la pequeña ventana de aquel hostal tan lejano a todo, pero tan cercano a nada. La intensa luz que ya daba el día hizo que abriera los ojos despacio, como si no quisiera abrirlos y deseara seguir pensando que su vida solo era un sueño. No había podido dormir nada en toda la noche, aunque no se había movido por miedo a despertarle. Giró la cabeza con cuidado y con deseo de verle la cara una vez más. Allí estaba él, durmiendo ajeno a todos sus temores. Sonreía, por lo que debía de estar teniendo un sueño agradable. La cara de niño la asustaba y tenía ganas de llorar. Sentía ese nudo en el cuello cómo tantas otras veces lo había tenido ya antes, sin embargo, no quería hacerlo. Se olvidó por un momento que estaban cometiendo un gran error y cerró los ojos recordando la noche maravillosa del día anterior. Él abrió sus intensos ojos negros y le sonrió dulcemente mientras se estiraba en la cama. No hizo falta que se dijeran nada más. Se levantó y fue hacia la mesa en la que una máquina de hacer café esperaba ser usada. La encendió y fue al baño. Ella mientras se levantó para vestirse. Le daba vergüenza que la viera así. Desnuda. No dejaba de ser mucho mayor que él y eso la avergonzaba. 

Continuará…

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