¿Qué nos lleva a decidirnos por una u otra obra? ¿Por qué queremos leer un libro y no otro? ¿Qué nos atrae para comprar un libro? Todas estas cuestiones podrían resolverse con un simple “porque me gusta” y zanjábamos la cuestión, pero ¿realmente decidimos nosotros la próxima lectura?
A día de hoy todas las editoriales han sido absorbidas por los grupos principales y las pequeñas editoriales que aún sobreviven luchan cada día porque sus obras se hagan un hueco en las estanterías. Las Grandes editoriales juegan con ventaja. Llevan mucho tiempo en el panorama literario y sus escritores ya son autores consagrados. Se publica todo lo que escriben, aun siendo una tanda de chorradas sin sentido, una historia más que leída o un tema ya aburrido. Se publican por el hecho de haberle dado dinero a la empresa, esta invierte en publicidad y el ejemplar goza del mejor lugar en los estantes y escaparates de todas las librerías del país.
Y ahora llegamos nosotros, los lectores. Hemos sido absorbidos por la publicidad, como si nos hubieran abducido los marcianos o como si hubiésemos sido hipnotizados por un brujo. Corremos a comprar el último libro de ese que dicen que es tan buen escritor o nos lanzamos a adquirir el más vistoso. ¿Qué pasa con esos libros que no pueden disfrutar de tanta publicidad? ¿No se merecen la oportunidad de lo lectores?
El canon literario determina cuál es la obra modélica, la mejor, la que rige todas las estructuras literarias, pero ¿quién decide cuál es el canon? Durante mucho tiempo, la Literatura ha seguido unas directrices claras en cada uno de sus géneros, pero la actualidad parece haberlos roto todos. De esta manera, el canon lo establecen los grandes certámenes literarios que deciden qué novela o novelas se leerán el próximo año y las prestigiosas revistas de literatura que ponen en sus portadas el escritor de moda como puro márquetin de atracción.
Por ello, las miradas de los lectores ansiosos de las lecturas más de moda correrán a por el último de Ken Follet o Paulo Coelho, olvidando que en las librerías hay también maravillosas novelas que esperan ser leídas por los más curiosos. De la misma manera, las grandes productoras de cine deciden llevar a la gran pantalla una u otra novela y después cambiar las portadas de los libros, con los fabulosos actores, para así atraer a más lectores que, después de haber disfrutado con la versión cinematográfica, lo harán con el libro. Así, las novelas de Jonh Green (autor de Bajo la misma estrella) ocupan ya privilegiados estantes; lo mismo que los de Suzanne Collins (Los juegos del hambre).
Es evidente que las modas van más allá que las formas de vestir porque la publicidad arrastra a las masas, incluso en sus decisiones lectoras. Por ello, hago desde aquí una llamada a esos lectores curiosos para que piensen y valoren durante algunos minutos más sobre su próximo libro antes de comprarlo, porque no por ser más publicitado es mejor.
África Crespo