PETER PUPPET (I)

Pedro Pelele siempre se intrigó por saber qué se sentiría al matar a alguien. Muchas veces pensó en ponerlo en práctica, pero siempre acababa por arrepentirse. Pedro Pelele era un huraño. Apenas salía de su viejo y cutre habitáculo del pueblo costero donde había vivido toda su vida. Sus padres murieron en un extraño accidente de tráfico. Él tenía solo siete años y desde entonces había vivido en un centro de menores.
Se pasaba los días aislado por los rincones. No le gustaba estar con nadie, ni hablar, ni jugar a la petanca como todos los demás. A él le apasionaba leer libros sobre detectives. Los otros chicos se reían de él porque era un niño raro. A Pedro Pelele no le importaban las burlas. Se divertía imaginando un crimen perfecto para acabar con las espantosas caras de sus compañeros. Sus cuadernos estaban llenos de notas sobre cómo realizar el mejor crimen sin ser descubierto. Conseguía meterse en la mente del peor asesino. Y siempre buscaba sonsacar los fallos que acababan delatando el crimen. Nunca mató a nadie porque los diez años que pasó en aquel horroroso internado le fueron suficientes. En todas las novelas que había leído terminaban por descubrir al asesino. Así que decidió que si lo imaginaba y escribía los mataría igual y así no lo meterían preso. 
Escribió durante esos años cuadernos y cuadernos de historias sobre horribles monstruos que mataban, descuartizaba, violaban, golpeaban, aplastaban, y todas las barbaridades que se le pasaban por la cabeza y le hacían disfrutar. Cuando se cansaba de inventar los asesinatos perfectos para sus compañeros, jugaba a ser el detective que los descubría. Seguía las pistas que él mismo había ido dejando y poco a poco su yo detectivesco descubría a su yo asesino. No había crimen que se le resistiera. 
Continuará…

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