¿Calor sinónimo de vacaciones?
Hace un par de días, mientras paseaba tranquilamente hacia el trabajo (tranquilamente porque mi agonía vital me obliga a salir de casa con mucho tiempo), me di cuenta de algo importante: me encantan las mañanas del verano. Pero no las mañanas de las diez ni la de las once, no, las mañanas de las siete y media. Y ¿por qué? Os preguntaréis; porque no hace calor. La brisa corre suave rozando la piel y provocando una agradable sensación de bienestar en todo el cuerpo. A veces me pregunto por qué no habré cogido alguna rebeca. Luego me doy cuenta de que ese frescor tempranero tan solo durará un par de horas. Después, volveremos al horroroso calor de Madrid: seco y aplastante. Resulta muy extraño que me pase todo el año deseando que llegue el verano y que, cuando al fin llega, odie el bochornoso calor. Es espantoso. Soy contradictoria, lo sé. Pero, después de largas horas de divagación, me he dado cuenta de que, en realidad, lo que me gustan son las vacaciones, no el verano.
El problema es que en este país ya hemos asociado el verano con las vacaciones. Los hemos convertido en sinónimos absolutos: vacaciones=verano; o sea, algo que detestas y amas al mismo tiempo. ¿Puede ser? ¡Claro que puede ser! Voy a sugerir a quien corresponda (Ministerio de Cultura o de Sanidad) que dejemos de relacionar las vacaciones con el verano, y pasemos a relacionarlo con la primavera, por ejemplo.
Con esta idea tan clara y mis teorías bien fundamentadas, he llegado a la redacción. Aún no había nadie. Tan solo el conserje y algún recién empleado y alumnos en prácticas. Por lo que he aprovechado para dejar las cosas en mi cubículo y entrar en el baño para retocar mi maquillaje. Al regresar, Lola ya estaba en su mesa encendiendo el ordenador. Le he comentado mi propuesta firme buscando que corroboraba lo que yo le comentaba. Sin embargo, ella, con cara atónita y preocupada, no ha tardado en contraargumentar mi tesis: “Pero, Amanda, si las vacaciones no son en verano no podemos disfrutar del sol en la playa ni en la piscina”. Y yo, que ya había sopesado esa posibilidad, le he dado la razón, pero he añadido que nuestras posibilidad de vacaciones podríamos también modificarlas. Es la cultura la que nos ha embaucado ese tipo de vacaciones. Podríamos cambiarlas por ir al campo, a la montaña, a esquiar… Y la playa dejarla para la temporada estival, sí, pero simplemente ir en puentes y cosas así. Además, soy de las que aprovechan las vacaciones para visitar algún país extranjero y hace calor, mucho calor caminando tipo turista por las calles de París, Nueva York, Berlín o Londres en pleno agosto. Creo que la he convencido porque me mira risueña y con un gesto de aprobación. Si es que tengo toda la razón del mundo.
Entonces, la conclusión teórica de mi tesis sería esta: vacaciones ≠ verano/ verano = calor/ vacaciones=disfrute /calor ≠ disfrute.
Al final creo que haré una tesis monográfica sobre todos estos aspectos sociológicos porque los considero realmente interesantes.
Por cierto, el otro día me asaltó por la calle una mujer para echarme la bronca por perder el tiempo en el trabajo con las redes sociales. Me dijo que había leído mi entrada sobre ello y que estaba indignadísima. Yo quise convencerla de que solo fue un momento y que, al final, terminé fielmente con mi trabajo. Es cierto que aún aparco el reportaje que me han asignado, pero, de verdad, no sé por dónde empezar. Mas lo haré, señora, lo juro (porque supongo que habrá vuelto a leerme a pesar de que juró y perjuró que ya no lo haría más: “no te daré más audiencia” me dijo, ¿por conectarme un momento a internet, señora, de verdad?).
amacrema