La crisis de ¿los 35?

He oído infinidad de veces la existencia de la crisis de los 40 (también de los 50). Pero, francamente, no le había hecho mucho caso. Sin embargo, estos últimos meses —me atrevería a decir el último año— me siento en cambio conmigo misma. En los últimos días he pensado que quizá sea que me estoy acercando a esa crisis de los cuarenta aunque, como todo en mi vida, voy a llegar demasiado pronto. ¿He comenzado la crisis de los 35?

¿Demasiado pronto? Depende de cómo se mire. A mí me gusta llegar pronto a los sitios. Y no tarde. Prefiero esperar a que me esperen. Me parece una falta de respeto tremendo hacia la otra persona. Y, mientras espero, siempre me suceden cosas fascinantes. Aunque eso lo dejo para otro post.

El curso pasado estuve en excedencia y me sirvió para pensar en muchas cosas. También me regalé tiempo para hacer lo que verdaderamente me gusta. Le dediqué muchas horas a la escritura. Terminé una novela para adultos— que no es una novela al uso, os sorprenderá— y un cuento infantil. Ambas historias están ya en vías de publicación. Confío en tener ambas en este 2024. Y también encaminé un proyecto de ensayo novelado que sé que me llevará más tiempo. Aunque me está encantando escribirlo porque conlleva mucha lectura e investigación.

Desde septiembre he vuelto al trabajo, a las aulas, mi segunda gran pasión. Y ha pasado lo que sabía que iba a pasar: ya no estoy tan motivada como antes. Y ya está. Ya lo he escrito. Me gusta enseñar. Y soy feliz dando una clase magistral de literatura. Muy feliz. Y mis alumnos lo notan. Hay algunos que lo agradecen y comparten esa pasión. Otros, pasan de todo. La realidad de las aulas españoles es muy pésima. Apenas hay interés por nada. Y eso me hace sentirme muy frustrada en mi trabajo. Y, con ello, he perdido la motivación por lo que hago. Voy a parar aquí también, y ya tengo tema para dos post más.

Vuelta al blog con mi crisis de los 35. Publicaré con frecuencia a modo diario. ¿Quieres leerme?

Con esto, con mis libros a punto de ver la luz, con mi vuelta a las aulas, siento que necesito hacer un cambio más drástico. No será dejar el trabajo, eso no, al menos por ahora (en un futuro no descarto dedicarme a otra cosa), pero sí con mi estilo de vida. Desde septiembre, había dejado mis rutinas mañaneras para desayunar y arreglarme a primera hora de la mañana y ya salir de casa rápidamente. ¡Me he vuelto a ver como en Madrid estando ya en mi pueblo manchego! ¡Qué horror! Subiendo kilos, restando tiempo para mí. No basta. He decidido hacer un cambio drástico en mis hábitos de alimentación y vida activa. Drástico. Sí. He descubierto la vida en el campo, la alimentación consciente, eco y sostenible. La importancia de las proteínas de calidad, la vuelta de los huevos casi a diario, las leches vegetales, las verduras en abundancia, también alguna fruta, las semillas y legumbres. Todo eso que ya sabía, sí, pero de manera consciente, sostenible y a rajatabla. Ya he desterrado todo alimento basura que sé que no debo ingerir. Es veneno para mí. También para los niños e intento limitárselo al máximo. Aunque protesto por vivir en una sociedad que presiona tanto para comer basura. No quiero azúcar, ni procesados ni comida que no es alimento porque no me aporta nada.

Estoy aprendiendo nociones básicas de nutrición porque quiero saber qué aporta cada alimento. Qué alimento sí y qué alimento no. cómo combinar los alimentos para que funcionen. Cuáles son los súper alimentos. Y un largo etcétera. Y no descarto estudiar nutrición y hacerme especialista en ello. No tiene nada que ver con la literatura, pero ¿por qué no?

Ahora comienzo mis mañanas manteniendo un ayuno intermitente de, al menos, doce horas. Ceno muy pronto y aguanto sin desayunar hasta las once de la mañana, más o menos. Tengo que decir que no paso nada de hambre. Bebo agua y café, eso sí. Pero nada más. Y luego pienso muy bien qué alimentos voy a desayunar. No puede ser cualquier cosa. Es importante hacer una buena combinación. A partir de ahi, hago cuatro comidas: desayuno, comida, merienda y cena. Siendo cenas ligeras, cargadas de verduras y proteínas y nunca más tarde de las ocho.

Y pienso que yo comía bien. La verdad. Pero el “bueno esto no pasa nada” lo tenía siempre en mi vida. Y ha llegado un momento en que no quiero comer porquerías que nos ofrecen los supermercados porque son perjudiciales para mi salud, para mi piel, mi pelo, mi energía. Quiero vivir hasta los cien años y tengo que cuidar mi cuerpo, mi alma y mi cabeza.

Consumir alimentos de calidad. Buscar en las tiendas de barrio las frutas, verduras y hortalizas. Comprar buena carne en la carnicería que tengo cerca de casa. El buen queso manchego de cabra elaborado con leche de cabras de la zona. Comprar pan de masa madre, de verdadera calidad, en la panadería del barrio.

Cocinar mis propias mermeladas solo con fruta —que ya llevan azúcar— conocer nuevos alimentos. Abrirme a nuevas recetas. Tener siempre en mente el plato de Harvard y no salirme de él.

¡Ah! Y tener mi propio mini huerto donde estoy empezando a cultivar.

Tengo claro que estoy viviendo un momento de cambio a nivel físico y a nivel interior. Necesito meditar y escribir a diario. Leer lo que verdaderamente me motive. Seguir con mis lecturas de hábitos saludables, crecimiento personal, la importancia del yoga y la meditación.

He vuelto al blog. Era una pena que lo tuviera abandonado. Y mis nuevos post irán en esta línea. Si quieres, quédate conmigo, será un honor que me leas. Sino, no pierdas el tiempo.

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