Rutina de noche familiar

¡Hola a todos! En el post de hoy quiero compartir la rutina familiar de estos meses de invierno, metidos de lleno en la rutina del día a día. Ya compartí la rutina de verano, que dejo linkeada aquí, y os encantó, por eso me he animado a contaos cómo nos organizamos desde que llegamos a casa por la tarde hasta que nos vamos a la cama. Tal vez os ayude e inspire para vuestras propias rutinas.

La rutina nocturna comienza en casa hacia las siete y media de la tarde. A esa hora procuramos haber regresado ya del paseo, la compra, los recados… o lo que sea que tengamos previsto para ese día. Dejo a Bebé Chencho jugando un ratito mientras le preparo el baño y vamos a la bañera. ¡Lo disfruta un montón! Ya que está más gradecito puede tener mayor libertad a la hora del baño. Es cierto que no me separo de su lado, pero él solito sentado en la bañera ya se pasa un rato jugando con los juguetes de baño, los botes de gel y hasta con la alcachofa de la ducha. Es una gozada verle disfrutar. Después toca echarle la crema y ponerle el pijama. Es cierto que disfrutamos ambos de este momento del día.

Hacia las ocho preparo la cena. En casa estamos acostumbrados a horas tempranas. Todos sabemos cuál es la hora de cenar y se respeta. Creo que es importante crear unas rutinas diarias, unos hábitos. Nada se cuestiona. Y esto es muy importante, sobre todo si hay niños pequeños.

Desde hace cosa de un mes procuro prepara una única cena para todos. Bebé Chencho apenas come triturado, el puré del medio día y poco más. La cena suele ser verduras, algo ligero, y sin triturar. Esto me facilita mucho la tarea de la noche. Además, es una buena forma de que el niño coma de todo. Papá y mamá cenan lo mismo, con él, todos en la mesa al mismo tiempo, y eso él lo ve. Además, estamos aprovechando que está interesado en los alimentos y cada vez que nos ve comiendo cualquier cosa él quiere también. Así que, perfecto. No protesta. Todo está delicioso. Guisantes con jamón, judías verdes con huevo, brócoli, ensalada de aguacate, fiambre, queso, tortilla francesa, filetes rusos, salchichas, merluza, lenguado…

Cenamos sobre las ocho y media de la tarde y papá y mamá aprovechan para contarse su día. A lo largo de la jornada apenas podemos hablar con tranquilidad, así que aprovechamos la cena para ponernos al día sobre

lo que nos ha ocurrido, sobre proyectos futuros, intereses, asuntos pendientes… E intentamos hacer partícipe también a Bebé Chencho. Es muy pequeño, pero no le dejamos de lado mientras cenamos. Nos dirigimos a él para decirla alguna cosa, le hacemos guiños, etc. No diré que la televisión no está encendida, porque mentiría, sí que tenemos puestas noticias de fondo (de hecho muchas veces estas noticias son también parte d ela conversación), pero la tele no es el centro de la cena. ¡Y mucho menos las Tablet o el móvil!

Mientras recoge la mesa y la cocina uno u otro, el contrario juega con el niño un ratito más. Y después, aprovecho para ducharme y hacer mi ritual nocturno. Ya sabéis que me encanta la ducha de la noche, es como preparar al cuerpo en la relajación antes de dormir. Para ello es fundamental crear una ambientación, como yo la llamo, de “modo noche”: luces tenues, olores suaves, sonidos relajados, geles de ducha aromatizados, etc. Si os interesan los productos que estoy utilizando ahora por la noche, lo contaré en otro post, porque en este quiero hablar de la rutina familiar, no la mía particular, que merece post aparte. Para que os hagáis una idea y tengáis una orientación horaria, suelo salir del baño sobre las diez de la noche. ¡Ahí es nada!

Cuando acabo tengo a los hombres de mi casa ya tirados por el suelo y hartos de esperarme. Así que vuelvo a coger las riendas de la situación y les pongo las pilas para recogerlo todo. No me gusta que se queden juguetes toda la noche por el salón, ni los cojines o las mantas mal colocados por el sofá. Llamémoslo manías, o lo que sea. Pero creo que el orden también da calma y felicidad.

Le preparo a Chencho su biberón bien grande de leche calentita y nos retiramos a dormir. Y aquí suelen pasar dos cosas. Una es que yo esté también terriblemente cansada del día agotador, entonces le doy su biberón en nuestra cama (donde se suele quedar dormido o, al menos, traspuesto) y ambos nos dormimos en la cama. Luego viene papá y los traslada a la cuna. Está tan dormido que no se entera. La otra opción es que yo aún tenga ganas de seguir un rato más con el día y, después de dejar a Bebé Chencho en la cuna, me meto en la cama a leer un ratito o veo alguna película o serie en Netflix o en HBO. Pero no suelo irme a la cama más tarde de las once o las once y media, sobre todo si al día siguiente tengo que madrugar.

Y hasta aquí nuestra rutina actual de noche familiar. Aún no leemos ningún cuento porque Chencho es muy pequeño y lo único que quiere es su biberón, pero me gustaría que cuando sea más mayor el momento antes de irnos a dormir lo dediquemos a la lectura. Ya os contaré cuando llegue el momento si esto será así o no. Hasta el momento, la lectura la dejamos como juego durante la tarde. Porque sus libros son un juego.

Os deseo un feliz día. Nos leemos en el próximo post.

Amacrema

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