Viaje a Lisboa (I)

¡Hola a todos! ¿Cómo estáis? ¿Qué tal ha ido el fin de semana? El nuestro bastante movidito, no hemos parado ni un segundo como habéis visto en mi Instagram las que me seguís. Y las que no, ¿a qué esperáis? (@amacrema_). En el post de hoy comienzo con unos post súper especiales. Tenía preparado nuestro diario del viaje a Lisboa que hicimos el pasado mes de Noviembre. Ya sabés que me encanta dejarlo todo por escrito, es una forma de que no se nos olvide nada. Lo he tenido que cortar en tres post porque si no era demasiado largo. Así que espero que disfrutéis de nuestras aventuras por el país vecino. Así veréis cómo también se puede viajar a países extranjeros con un bebé.

La calle está totalmente desolada. Es día de fiesta y es muy temprano. La gente duerme aún. Apenas ha amanecido. Cargamos las maletas en el coche con la ilusión de quien espera con mucha ansia este viaje. Hemos arropado bien a Bebé Chencho. Hace mucho frío. Mira de acá para allá sin saber qué es lo que va a ocurrir, a dónde vamos.

Corremos por la M-40 como nunca antes. Está vacía; esa carretera que siempre está atascada se muestra libre ante nosotros. Y la disfrutamos. Llegamos al aeropuerto en quince minutos. Casi nada de tiempo en comparación con lo que hubiésemos tardado cualquier otro día no festivo de la semana. Paramos en la puerta de la Terminal 2. Alguien nos espera para recogernos el coche.

Coincidimos con muchas personas en la entrada, entre ellos descubro bajo la gorra y las gafas de sol a algún actor bastante conocido. Sonríe a Bebé Chencho. Facturamos la maleta en un instante. La azafata parece bastante competente en su trabajo. Es metódica. Mira los bultos que llevamos, nos da las etiquetas del equipaje de mano y pone las pegatinas en la maleta que va a pasar por la cinta. La vemos alejarse de nosotros. Todas nuestras cosas, la ropita de mi bebé, su leche de fórmula… todo camina por la cinta transportadora. ¿La volveremos a ver? Ese es el miedo que tenemos siempre.

Llega el momento de embarcar. Bebe Chencho se ha quedado dormido. Subimos al avión y ocupamos rápidamente nuestros asientos. No hay tiempo que perder. Las azafatas corren colocando maletas en los compartimentos y acomodando a los pasajeros como si estuviésemos en el teatro. Cuando antes estemos todos sentados y con los cinturones abrochados antes despegamos.

Llegamos a Lisboa como si no hubiese pasado el tiempo. Es lo que tiene el cambio de hora. Cogemos un taxi y nos deja en la puerta del apartamento. Estamos en la Barrio Alto. Según nos ha contado el taxista ese barrio se quemó por completo hace años, y tuvieron que construirlo de nuevo. Lisboa se ve desgastado. Nadie se ocupa de reformar las fachadas. Tal vez el dinero sea más necesario para otras cosas.

Dejamos el equipaje y salimos a pasear. Sin rumbo. Solo queremos patearnos la ciudad. Llegamos al centro en apenas diez minutos. Hay mucha gente. Es curioso lo que viajamos las personas. Vayas donde vayas siempre estará lleno de gente. Como si muchas personas a la vez hubiésemos tenido la misma idea. Estamos tan cansados que decidimos cogernos algo de comida para llevar y comer en el apartamento. Por suerte, tenemos un súper cerca. Allí puedo comprar desayuno y yogures para el bebé.

Después de descansar salimos de nuevo a investigar la ciudad. Entro en una librería que me recuerda a La Central de Callao, pero mucho más antigua. Pasamos hasta el final, donde una cafetería culmina las estancias. La gente toma café aislado en sus libros. Nadie habla. Tan solo interrumpe el silencio el sonido de la cafetera. Miro los libros infantiles. ¿Qué tengo últimamente con esta sección? Y le compramos a Bebé Chencho el recuerdo de El Principito en portugués. A papá le encanta este cuento y, poco a poco, vamos haciendo la colección. Busco algún libro para mí, pero no hay ninguno que llame mi atención. Así que salimos de allí después de echar una nueve ojeada rápida.

Cenamos en un restaurante de comida portuguesa. Me parece fundamental en un viaje adentrarse también en sus placeres culinarios, pasamos de comida rápida o en la búsqueda de comida española. Queremos alheiras y, para finalizar, pasteles de Belem.

Continuará…

amacrema

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