Pedro Pelele siempre se intrigó por saber qué se sentiría al matar a alguien. Muchas veces pensó en ponerlo en práctica, pero siempre acababa por arrepentirse. Pedro Pelele era un huraño. Apenas salía de su viejo y cutre habitáculo del pueblo costero donde había vivido toda su vida. Sus padres murieron en un extraño accidente de tráfico. Él tenía solo siete años y desde entonces había vivido en un centro de menores. Se pasaba los días aislado por los rincones. No le gustaba estar con nadie, ni hablar, ni jugar a la petanca como todos los demás. A él le apasionaba leer libros sobre detectives. Los otros chicos se reían…