PETER PUPPET (VI)

Esta era la teoría que el señor Puppet ya relataba en su cuaderno rústico cuando comenzó el altercado. Gregorio Cansa vio que Pedro Pelele escribía tranquilo en uno de los rincones del patio. Recordó el tiempo que hacía que nadie lo molestaba y felizmente decidió ser él quien lo hiciera de nuevo. «¡Eh tú, Pelele! ¿Quieres que hagamos un teatro de marionetas y yo me ocupo de manejar tu mano?» 

Pedro Pelele no contestó. « ¡Eh Pelele! ¡Que te estoy hablando a ti!» Gregorio Cansa empezó a pegarle patadas creyendo que su chirriante voz no había causando el suficiente daño a sus oídos. Pedro Pelele decidió dejar su cuaderno rústico en el suelo y se levantó a defender su honra. « ¿Qué dices “Cansa-o”?» Le dijo al tiempo que elevaba la cabeza por encima de sus posibilidades. « ¿Qué si montamos un teatro de marionetas?» Gregorio Cansa, que era más alto que Pedro Pelele, quiso alzar más la cabeza, pero descubrió que sólo veía el cielo y las nubes así que la bajó para encontrarse con los ojos de su contrincante. «Pues llama a tu madre y le dices que te limpie el culito bonito y así todos nos divertimos un poquito…» La respiración de Gregorio Cansa empezó a acelerarse a una velocidad de vértigo. Su tez blanca y pecosa comenzó a adquirir el color del chorizo y algunos liquidillos amarillentos se le escaparon de los orificios nasales. «¡Mi madre está muerta atorrante!» y dejó herido de muerte a Pedro Pelele en el suelo del patio.

Antes de desvanecerse, Pedro Pelele sacó de su bolsillo un almendruco pelado y se lo tiró con ira a su adversario. Pero no le dio. 
Entonces, Peter Puppet tachó de su cuaderno rústico la antigua hipótesis sobre la asesina de Gregorio Cansa y averiguó que fue Pedro Pelele quién mató a su compañero tras una trifulca. Acabó su atestado asegurando que todo fue un homicidio y que el asesino solo intentó defenderse de las garras de un criminal. 
Alertado por los gritos de júbilo de los muchachos del centro, el señor y la señora Krupp corrieron a conocer lo que ocurría en el patio. Cuando llegaron, varios pajarillos discutían por el almendruco del suelo y el pobre Pedro Pelele sangraba tirado en la gravilla del patio. El señor Krupp se llevó a su despacho a Gregorio Cansa, mientras que la señora Krupp cogió a Pedro Pelele y lo entró en la insalubre enfermería para curar sus heridas. 
En estos casos, el señor Krupp suele azotar al individuo revolucionario el culo con sus monstruosas manos. Después, encierra al reo durante días a pan y agua congelada. Y fue entonces cuando Peter Puppet recordó que Gregorio Cansa había sido completamente olvidado en la celda de castigo debido a los últimos acontecimientos.
Las marcas del señor Krupp no podían borrarse tan fácilmente, así que el señor Puppet cogió una regla de ositos peludos del estuche de Pedro Pelele y fue en busca de la prueba decisiva para su investigación.
Continuará…

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

RECIBE TODAS MIS NOVEDADES

Suscríbete a mi newsletter para estar al tanto de todas las novedades de mi web