Junio es un mes agridulce. Por un lado, da comienzo el verano, por otro, por lo menos para mí, es un mes de mucho trabajo. Aunque es cierto que las vacaciones ya se ven a la vuelta de la esquina. Y tengo que decir que este año estoy deseando dar por concluido el curso. Aunque se ha dado muy bien, he estado a gusto y lo he pasado en grande, se me ha hecho cuesta arriba. No es fácil ser una madre trabajadora. Por suerte, cuento a mi alrededor con un montón de personas que me ayudan con una gran sonrisa en la cara. Porque como suelo reivindicar: necesito tener cerca a personas que me faciliten la vida, no que me pongan trabas. Ni piedras ni chinitas.
Así que puedo decir que he escarmentado para el próximo curso. Viviré con más calma y me quitaré del medio todo lo que he visto que no me llenaba y no me ha motivado, por un motivo o por otro. Disfrutaré de cada uno de los días, desde septiembre a junio y del cambio de las estaciones y todo lo que cada una de ellas nos va regalando.
De momento, me quedo con los planes de junio que se cogen con mucha emoción porque siempre encanta lo nuevo, el cambio. A mí por lo menos. Y después del invierno apetece hacer ya planes estivales (cómo me encanta esta palabra). Se coge con muchas ganas la piscina, aunque luego con el paso del tiempo nos va dando pereza. Y me encanta visitar Ruidera estos días. Aún no está lleno de turistas, y allí se está de maravilla. Es un lujoso bañarse en un paraje natural y llevarte algo de picoteo para disfrutar de un picnic observando el paisaje.
Próximamente os contaré mis planes de julio.
Nos seguimos leyendo.
África.