Según marca mi reloj, son las ocho menos cuarto de la tarde (hora española). Sobrevolamos el Atlántico sin divisar tierra cerca. Todo un enorme océano se extiende bajo mis pies. Viajamos hacia el día, por más que pasan las horas no llega la oscuridad de la noche a nuestra posición entre las nubes. Es febrero. En Madrid ya debe estar bastante oscuro. Sin embargo, el sol brilla en el horizonte con fuerza negándose a desaparecer por unas horas para dejarle a la luna lucir su luz más brillante. Vamos a una velocidad de vértigo a pesar de que dentro de este aeroplano no percibo apenas movimiento alguno. Estoy feliz. O,…
Mis historias
Me apasiona inventar historias. Me siento como un dios inventando nuevos mundos y creando personajes. Siento una verdadera satisfacción cuando mis personajes cobran vida. Y no me parece justo que estos personajes desaparezcan entre mis papeles; por eso, quiero compartirlos contigo.
-
-
PASEOS
Lo observo a diario por el cristal de mi ventana. Una vez por la mañana y otra por la tarde. Va y vuelve, de esquina a esquina, con paso débil. Se detiene cada dos baldosas a tomar el aire; se apoya con sigilo en su bastón oscuro de madera y retoma una vez más el paso. Lo pierdo de mi campo de visión y espero con paciencia a que el final del camino, su camino, le haga recuperar el paso en sentido contrario.No sé si es el frío tiempo que ahora tiñe el ambiente la causa de su ausencia. Pero hace días que no veo al anciano pasear frente a…
-
CARTAS AL PARAÍSO (I)
3 de febrero Querida Sara, Acabo de llegar. Ya sé que tú no querías que viniera pero debes entenderme. Lo quiero, lo quiero tanto. Me duele mucho haber terminado contigo como terminamos porque sabes que te quiero mucho pero no podía seguir allí. El amor era demasiado fuerte para quedarme en aquel lugar, lejos, sin parar de llorar todo el rato o disimulando que todo estaba bien. Espero que algún día puedas perdonarme y entenderlo. Sabes que volveré a verte y deseo que me acojas bien, como siempre, con el amor que nos tenemos.Ahora soy feliz Sara, muy feliz, Rayid me ha pedido matrimonio y yo he aceptado. Fue hace…
-
PETER PUPPET (VII)
Después de horas de averiguación minuciosa en aquellas huellas que aún pervivían en el trasero de Gregorio Cansa, el señor Puppet determinó que eran del mismo tamaño que las de la señora Krupp. Estas últimas no había podido verificar su tamaño debido a su ubicación, pero era un excelente detective y tenía muy buen ojo. Sacó Peter Puppet su libreta rústica de tapas duras negras y relató los acontecimientos tal y como él pensó que sucedieron. Posiblemente, el señor y la señora Krupp no llegaron a un acuerdo sobre el menú de la semana siguiente. Uno pensaría que sería mejor que los internos comieran pollo con patatas y el otro…
-
PETER PUPPET (VI)
Esta era la teoría que el señor Puppet ya relataba en su cuaderno rústico cuando comenzó el altercado. Gregorio Cansa vio que Pedro Pelele escribía tranquilo en uno de los rincones del patio. Recordó el tiempo que hacía que nadie lo molestaba y felizmente decidió ser él quien lo hiciera de nuevo. «¡Eh tú, Pelele! ¿Quieres que hagamos un teatro de marionetas y yo me ocupo de manejar tu mano?» Pedro Pelele no contestó. « ¡Eh Pelele! ¡Que te estoy hablando a ti!» Gregorio Cansa empezó a pegarle patadas creyendo que su chirriante voz no había causando el suficiente daño a sus oídos. Pedro Pelele decidió dejar su cuaderno rústico…
-
PETER PUPPET (V)
Pedro Pelele era un chico raro. Nunca consiguió vender su cara de pardillo por más que sus compañeros le invitaran a comprarse otra. Su falta de visión se iba agravando con el tiempo, por lo que sus gafas de culo de vaso se iban convirtiendo con el tiempo en culo de botella y después, en culo de garrafa de aceite de cinco litros. Mirarle a la cara era un espanto. Era inevitable reírse de él y no es por justificar a aquellos crueles niños que fueron muriendo uno a uno por entre las páginas del cuaderno rústico del señor Puppet. Al poco de nacer, se volcó el aceite hirviendo sobre una…